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jueves, 23 de diciembre de 2010

Vitaminas, verdades y mentiras

Todos las necesitamos

Todas las vitaminas son necesarias y cada una de ellas tiene un papel concreto en nuestro organismo. La vitamina A, por ejemplo, tiene una gran importancia en la visión y como factor de crecimiento en los niños; y la C es antiinfecciosa y es fundamental en la formación de tejidos y anticuerpos. Por eso se debe aumentar su ingestión en el embarazo. Es además la vitamina que más se destruye en el troceado de verduras y la cocción. Los fumadores tienen un 40% menos de esta vitamina.

La vitamina E es la llamada vitamina de la fertilidad, además de ser un buen antioxidante y, por tanto, un buen protector del envejecimiento. Cada día se le descubren nuevos efectos beneficiosos sobre el aparato cardiovascular.

La falta de hierro

A partir de los trece o catorce años, las niñas, aunque aparentemente estén perfectamente alimentadas, empiezan a sufrir en la mayoría de los casos una anemia subclínica. Se trata de un trastorno sin grandes síntomas, pero que sí tiene rasgos notables, como por ejemplo un cansancio leve, fatiga, pocas ganas de hacer cosas y apatía, entre otros síntomas.

Se debe, según los expertos, a que en su interés por mantener una figura delgada prescinden en su dieta de muchos elementos fundamentales y llegan a la carencia de hierro.

No engordan ni aumentan el apetito

Las vitaminas permiten que asimilemos lo que comemos, pero no engordan porque no tienen valor calórico. Tampoco aumentan el apetito ni provocan hambre, lo que sí pueden producir –sobre todo si hay carencia– es una sensación tónica, de mayor energía, que podría sugerir una idea de mayor vigor y apetito. Pero en sí mismas no producen hambre. También es posible que si hay carencias vitamínicas el apetito se pierda y, al reponerlas, se recobre; pero si el equilibrio está conseguido no por aportar más vitaminas aumentan las ganas de comer.

¿Necesitamos mayor aporte?

Es verdad que con una dieta correcta no hacen falta suplementos. El problema está en calificar de correcta una dieta que posiblemente no lo es y saber en qué casos, además de las que contiene la dieta, deben aportarse más vitaminas, porque el organismo las necesita.

Por ejemplo, es fácil que muchos fumadores necesiten aportes vitamínicos extra porque el tabaco impide la asimilación de muchas de ellas. En muchas ocasiones, el tratamiento que hacemos de los alimentos impide la llegada de las vitaminas a nuestro organismo, y hay que tener en cuenta que nosotros no las fabricamos.

Hay tres situaciones que requerirían un aporte vitamínico mayor:
  • Por aumento de las necesidades: estrés, embarazo, menstruación, ejercicio...
  • Si se padece alguna enfermedad que reduzca la absorción de vitaminas.
  • Si se somete a una dieta pobre en vitaminas. Cuando una persona se pone a dieta suele reducir los nutrientes, por lo que conviene añadir un complejo vitamínico.

La cocina y la pérdida de vitaminas

En la cocina se pierden muchas vitaminas. Por ejemplo, las patatas almacenadas pierden el 15% de vitamina C al mes. Una cocción prolongada también destruye las vitaminas. Cuando hervimos un repollo, se pierde alrededor del 40%. No se deben trocear mucho frutas y verduras porque, al aumentar la superficie expuesta a la luz, se pierden más vitaminas. Es muy curioso lo que ocurre con la carne: a la plancha se pierde entre un 15 y un 30% de las vitaminas del grupo B y, si se fríe, casi el 50%.

Cuece las verduras con poca agua y a ser posible sin partir. Después, aprovecha esa agua para algún caldo, sopa o puré de la misma verdura, pues quedan allí muchas vitaminas. La fruta, consérvala en la nevera, en la parte baja, y lávala poco antes de comerla. Si haces zumo, cuanto menos tiempo pase entre su elaboración y su consumo, mejor. Las verduras y hortalizas al horno pierden menos vitaminas.

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